jueves, 16 de octubre de 2008

Yo: mis ojos, mi razón, mi corazón y ella

Razón:
Mi corazón me preguntó cómo eres
y le respondí que mis ojos te iban a ilustrar.
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¿Cómo es? (Me insistió con behemencia y súbito interés)
-
Entonces mis ojos respondieron: no te exaltes, yo te voy a contar...

Ojos:
Guarda silencio, tal vez no creas lo que vas a escuchar.
La conocí un día de febrero...
por su sola presencia dejé de parpadear.
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Corazón:
Lo sé porque dejé de latir, y no; y luego más
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Ojos:
Calla, ciego y sin razón, debo continuar.
-
Era hermosa de donde la pudiera ver, aún lo es.
Su pelo fue nacido de los hijos del sol;
largo y enceguecedor, flameante como el mismo sol.
-
Corazón:
Mi pulso se acelera. Debo saber. ¿Qué más?
-
Ojos:
Calla, ciego y sin razón, debo continuar.
-
Su rostro blanco de luna se sonrojaba con el sol,
quien adoraba tatuarse en su piel;
verla probocaba un hermoso eclipse de sal,
y ella se contentaba ocupando el lugar del astro universal.
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Corazón:
Apacible te dejaré continuar pues siento que vuelvo a mirar.
-
Ojos:
Jamás verás lo que yo siento
ni yo sentiré lo que tu ves,
pues sólo la inventiva razón nos puede juntar.
-
Sus ojos habitaban el más profundo mar;
de color semejante a la hierba fresca:
fijos, glaucos, obsenos e inmaduros.
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Su naricita era pequeña y perfilada;
como frágil, casi inexistente...
como la de un niño al nacer...
como la del hijo que quiero tener.
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Era de plata, como sus orejas;
su labio era de plata.
Era de plata, como su ombligo;
su nariz era de plata.
-
Su boca sin dueño,
en busca de dulce y ácida menta,
era suave como su piel; aún lo es.
Casi invisible como sus pies; aún lo es.
-
Su sonrisa imperfecta lograba hipnotizar
con sus pequeñas perlas blancas.
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Cerca de la creación se desdibuja una pasión
que una vez fue, y me reservo opinión.
-
Como sus sentimientos encontrados,
sus grandes pechos de mujer se eclipsaban
con su cuerpo de niña en armónica felicidad.
-
Pero sus pecesitos pies iniciaron otro viaje
hacia otro mar. Se llevaron la sirenita de mis sueños;
dejando sólo su imagen y el agrio sabor a limón.
-
Podría describir cada parte de su cuerpo;
por la eternidad, cada parte de su ser.
Podría contarte todo:
cómo de sus codos y rodillas me enamoré.
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Ella:
Esos ojos grises si que saben adular.
Con esa voz cualquier mujer se podría enamorar.
Pero ahora dime razón de las razones. ¡Razón!
¿Con que voces ha dicho el corazón?
-
Se supone que te tengo que olvidar.
-
Ella:
No lo culpo. Si me traen las olas del mar,
ahogo sus sentimientos y vuelvo a naufragar.
-
Son razones sin razón si no son del corazón.
A veces la razón debe dejarse morir para salvar al corazón.
¿Realmente crees que soy la sin razón?
Yo no compro sonrisas de ficción,
te hablo con mi voz, desde adentro,
con el corazón.
Soy yo.

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